Desde el cónclave que eligió a León XIV, el Vaticano vive un giro inesperado en materia de estilo y protocolo. El nuevo pontífice, visiblemente alejado de la línea austera impuesta por su antecesor, solicitó la adquisición de un auto blindado de lujo, valuado en 750.000 euros, para sus traslados en la Santa Sede y en visitas oficiales.   La orden fue cursada por la Secretaría de Estado y respaldada por el cardenal secretario, a pesar de las advertencias de algunos monseñores que recordaban el legado de humildad de Francisco. El modelo elegido cuenta con tecnología de punta en seguridad, interiores de cuero y equipamiento de última generación, un símbolo inequívoco del nuevo sello de la Iglesia bajo León XIV. El contrato con el proveedor europeo fue aprobado en una reunión del Consejo Pontificio de Economía, donde se argumentó que el pontífice necesita garantías máximas de protección. Sin embargo, las cifras de la operación –que superan los 900.000 euros con impuestos y mantenimiento– provocaron malestar en el entorno interno, donde el presupuesto vaticano ya enfrenta tensiones tras la caída de donaciones y las demandas de austeridad. En paralelo, la prensa internacional recogió la noticia como un gesto de “vuelta al lujo” de la Curia, y varios analistas advierten que la imagen de la Iglesia puede verse afectada, cuando aún lidia con escándalos financieros y la necesidad de reconectar con los fieles más humildes. Fuentes diplomáticas en Roma señalan que esta decisión podría ser la primera de una serie de cambios en protocolo, que incluirían la renovación de la flota diplomática y la modificación de normas de etiqueta en audiencias públicas. Para muchos, el Vaticano abandona así la “sencillez radical” que definió los últimos años.