En medio de la tensión política y la expectativa por su condena, la Justicia salió a aclarar este jueves que Cristina Kirchner podrá asomarse al balcón de su departamento en Constitución durante su prisión domiciliaria. El Tribunal Oral Federal 2 explicó que la medida que prohíbe “perturbar la convivencia del barrio” no incluye restricciones sobre los espacios privados de su propiedad, como trascendió en las últimas horas. “Lo que se dispuso fue evitar actos que afecten la tranquilidad pública, como discursos o arengas masivas desde ese lugar, pero no hay impedimento para que la imputada utilice libremente su domicilio, incluido el balcón”, detallaron fuentes judiciales. La aclaración surge luego de que Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes y referente de La Cámpora, afirmara que la exmandataria no podría saludar a la militancia desde el balcón, generando malestar en el kirchnerismo.             ¿Qué cambió? 1. Primero dijeron “no al balcón”, ahora aflojan la mano. Es una señal: jueces que ceden, pero ponen límites. 2. CFK lo usó políticamente: en sus discursos y en redes denunció “cachivaches” judiciales. Ahora tiene el guiño oficial sin salir de su jaula. 3. La pata simbólica: del balcón al poder. Le dan una rendija de visibilidad, pero bajo cuerda. El operativo de imagen continúa, con dosis de teatralidad.   * El tribunal buscó evitar un *show turbio*: no quieren balcones que alimenten movilización ni más agite en la puerta del edificio. La Justicia logra un rédito de imagen: “firme pero flexible”, sin quedar expuesta ante acusaciones de rigidez absurda. * CFK se luce sin arriesgar más que una selfie política: balcón + tobillera + discurso domiciliario = nuevo código de resistencia. El kirchnerismo capitalizó el gesto: lo presentan como una “victoria mínima”, aunque lo condicionan con equilibrio. * Para el Gobierno, es un respiro: acechan manifestaciones y se aferran a que este paso no se transforme en otro motor de movilización. Logran un gesto cortesía que no remueve la mesa política… por ahora                         Mientras tanto, la organización de la próxima marcha a Plaza de Mayo sigue en pie y se espera una definición sobre el rol que Cristina jugará —aunque sea simbólicamente— en esa movilización histórica