La condena a Cristina Kirchner y su cumplimiento en prisión domiciliaria en Constitución no frenaron la maquinaria electoral del peronismo: la aceleraron. Mientras las calles se llenan de marchas, tobilleras de flores y tensión con la policía, en las mesas chicas del PJ se juega otro partido: la construcción del frente opositor que buscará recuperar poder en las urnas.             En ese contexto, Máximo Kirchner y Sergio Massa reaparecieron en tándem como los armadores centrales del panperonismo. El hijo de la ex presidenta pisa fuerte desde el PJ bonaerense, donde controla el aparato del Conurbano, mientras que el tigrense, más corrido del día a día legislativo, opera con autonomía desde su red de intendentes e interlocutores empresarios. Según pudo saber El Pulso Político, ambos dirigentes intensificaron los encuentros y llamados en los últimos días, buscando ordenar las listas para las elecciones del 7 de septiembre. Aunque hay pujas internas, los dos coinciden en una prioridad: mostrar volumen político y cerrar la mayor cantidad de acuerdos antes de fin de mes. La decisión de que Cristina no encabece ninguna boleta tras la inhabilitación de la Corte obliga a reconfigurar nombres y liderazgos. El distrito clave, como siempre, es la provincia de Buenos Aires. Allí se perfila un armado que podría incluir a referentes de La Cámpora, intendentes con votos y viejos socios del Frente de Todos. El apellido Kirchner encabezaría en la Tercera Sección, como "testimonio" del respaldo a la jefa del espacio. Massa, en tanto, empuja figuras propias para capitalizar lo que queda de su marca tras su paso por Economía. “El peronismo está obligado a convivir. Ya no hay margen para fracturas si se quiere volver a ser opción real de poder”, advierte un operador que responde a uno de los gobernadores peronistas. En esa línea, también se activaron reuniones en la sede del PJ Nacional, donde Juan Manuel Olmos busca amalgamar los hilos sueltos. Las negociaciones también alcanzan al Frente Patria Grande, al sindicalismo (con la CGT partida entre moyanistas y dialoguistas) y a los movimientos sociales, que después de las abstenciones de 2023 ahora se reenganchan bajo el paraguas del reclamo por la “proscripción” de Cristina. La estrategia es clara: construir una narrativa que combine victimización, resistencia simbólica y oferta electoral amplia. El desafío es evitar que las tensiones internas, como las que cruzan a Juan Grabois y a algunos intendentes del Conurbano con Máximo, terminen de dinamitar los armados. Con el reloj corriendo, Máximo y Massa saben que el tiempo político se acorta. Lo que definan en las próximas dos semanas será clave para saber si el peronismo logra reordenarse detrás de una nueva épica… o si sigue atrapado en sus propios laberintos.