La foto de opinión pública es inequívoca: una mayoría simple de la población ya está de acuerdo con que el expresidente enfrente prisión. No es un número aislado: se consolida tras meses de avances judiciales y revela un cambio de humor social, especialmente en grandes centros urbanos y entre electores con mayor nivel educativo. En paralelo, el rechazo a la cárcel se concentra en el núcleo duro bolsonarista —segmentos del sur y evangelismo conservador—, lo que refuerza la polarización.   En el frente judicial, el Supremo Tribunal Federal mantiene abiertas causas por el 8 de enero de 2023 (la asonada contra las instituciones en Brasilia) y expedientes por desinformación y organización de redes antidemocráticas. A eso se suman investigaciones por joyas saudíes y la presunta falsificación de certificados de vacunación. Son procesos en curso: no hay condenas firmes, pero el ritmo procesal y la acumulación de indicios explican por qué la discusión pública salió del terreno de la hipótesis.   El oficialismo de Lula lee la encuesta como respaldo a la idea de que debe haber responsabilidad penal cuando se atacan las reglas del juego democrático. La oposición replica que un arresto convertiría a Bolsonaro en mártir y podría galvanizar a la derecha. En el medio, gobernadores y alcaldes toman nota: cualquier movimiento que tense la calle en año preelectoral puede alterar alianzas y estrategias de campaña.   El dato también ordena la interna del propio bolsonarismo. Con un líder cercado judicialmente y inelegible por decisión del Tribunal Superior Electoral, crece la presión para que surja un plan B competitivo de derecha (ministros y gobernadores aliados suenan como relevos). Pero, sin control del calendario judicial, esa ingeniería política convive con la posibilidad de medidas cautelares más duras contra el expresidente.   Para el sistema político, el reto es doble: evitar que el proceso judicial se convierta en combustible de radicalización y garantizar que la disputa electoral de 2026 se dirima en las urnas, no en las calles. Lo que viene dependerá de tres relojes: el del STF, el de la economía (que incide en el humor social) y el de la reorganización opositora. Por ahora, la encuesta confirma que la paciencia social con las aventuras antidemocráticas tiene un límite —y que ese límite, para una mayoría, ya se cruzó.           Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P