La vicepresidenta y titular del Senado, Victoria Villarruel   El reloj corre y el Senado vuelve a escena con la ley jubilatoria a la vista. Mañana, la comisión de Trabajo decidirá si renueva a *Carmen Álvarez Rivero* al frente del debate, una movida estratégica que garantizaría el control del proceso por parte del oficialismo y sus aliados. El dato: con ella al mando y el respaldo de *Ezequiel Atauche*, presidente de Presupuesto y Hacienda, la ley tiene boleto directo al recinto. Dicen que el proyecto tiene *“votos de sobra”* para prosperar, pese al anuncio inmediato de veto desde la Rosada. Pero esta no es solo una discusión técnica: el kirchnerismo, aún sacudido internamente, prepara su jugada, evaluando pedir sesión para presionar por una sanción rápida. El PJ, al límite con Cristina, enfrenta el dilema: sumarse o sumar desgaste político. No es casualidad. El Gobierno busca dilatar, mientras los “dialoguistas” —radicales, algunxs peronistas— negociaron en la Rosada una hoja de ruta que les garantice control del proceso y evite sorpresas. Hoy ya se habla de un “operativo resistencia” para ralentizar el avance hasta después del recambio legislativo. Lo que se discute no es menor: el proyecto aprobado en Diputados sube un 7,2?% los haberes, eleva el bono de fin de año a $110.000 indexado por inflación y reabre la moratoria por dos años. Una reforma con impacto fiscal proyectado de hasta 0,3?% del PBI, que el Ejecutivo considera una “demagogia” (así lo definió Milei al anunciar su veto). La historia se repite: en junio de 2024 el Senado ya frenó una iniciativa similar, con una sesión repleta de cruces, cacerolazos y tensión institucional. Esta vez, el tablero cambia: se sumaron dialoguistas y el peronismo recuperó nervio, pero el oficialismo presiona con su mayoría funcional. Mañana se juega el primer capítulo: si Álvarez Rivero preside el debate, el trámite será tecnocrático y ordenado. Si la oposición logra marginarla, abrirá un escenario de confrontación y cruce político. Y detrás de esa definición, una pregunta: ¿busca el Senado asegurar un aumento previsional o abrir la puerta a una pulseada que podría quedar en nada con un veto? Sea como sea, el pulso está prendido. Y la pregunta final para los senadores es simple: ¿estarían dispuestos a frustrar un anuncio electoral del PJ y regalarle terreno al Ejecutivo, o jugarán el partido hasta el final?