Nacional

Milei apuesta al caos: campaña eterna y confrontación como método

En medio de una crisis social y política cada vez más profunda, Javier Milei elige profundizar su estrategia de conflicto permanente. Lejos de buscar consensos, el Presidente tensiona con gobernadores, la oposición y hasta con su propia vice, alimentando un clima de inestabilidad que amenaza la gobernabilidad y posterga soluciones concretas.

  • 12/07/2025 • 18:16

                 

Desde que asumió la presidencia, Javier Milei no dejó de estar en campaña. La lógica del enfrentamiento, que le dio réditos electorales, se convirtió en su único método de gestión. Cada conflicto, cada pelea, cada denuncia pública contra la “casta”, forma parte de un guion que busca mantenerlo como protagonista central de la escena política. Pero esa estrategia, pensada para sostener su base electoral, empieza a mostrar sus límites en el terreno de la gobernabilidad.

Mientras la inflación golpea los bolsillos y se multiplican los reclamos sociales, el Presidente parece más concentrado en alimentar el ring que en ofrecer respuestas. No hay proyecto que avance sin conflicto. Ya sea con los gobernadores por la coparticipación, con el Congreso por las leyes que no controla, o con la Justicia que lo frena, Milei elige pelear antes que construir. Incluso con su vice, Victoria Villarruel, la relación está en su punto más tenso desde el inicio de la gestión. (léase: ¨Sesión caliente en el Senado: la oposición logró el quórum¨)

La estrategia de la confrontación permanente tiene consecuencias concretas: paraliza la gestión, profundiza la crisis y desordena el tablero institucional. El gobierno no logra consolidar una agenda legislativa ni un acuerdo económico que genere confianza. En su lugar, ofrece escándalos, posteos agresivos y discursos apocalípticos. Lo único que crece es la incertidumbre.

Pero el Presidente insiste. Cree que la única forma de sostener el poder es con enemigos. Que si deja de confrontar, pierde identidad. Por eso no hay tregua, ni siquiera en las fechas patrias. El 9 de julio se transformó en un campo de disputa entre Milei y el resto del sistema político. No hubo unidad ni mensaje institucional: hubo revancha, sectarismo y una nueva grieta abierta. (podés leer: ¨Cristina lanzó tremendo mensaje desde su prisión: “¿Somos realmente libres?”¨).

La alianza oficialista vivió una fractura evidente: el ala radical-libertaria (Milei–Bullrich) contra la institucionalista Villarruel. (léase: ¨Bullrich estalló: le pidió a Villarruel que frene la sesión¨ -  ¨Villarruel a Bullrich: “Primero repase la Constitución”¨).

Esta tensión inédita en la historia reciente de La Libertad Avanza,marca un quiebre dentro del Gobierno y un desafío a la autoridad institucional.

El problema es que la Argentina real no resiste tanta campaña. Los jubilados esperan aumentos, las universidades fondos, los hospitales insumos y los trabajadores estabilidad. Pero en lugar de políticas públicas, reciben slogans. En lugar de acuerdos, reciben amenazas. En lugar de respuestas, reciben caos. (leé: ¨Residentes hacen marcha de velas¨ - ¨Organizaciones y trabajadores reclaman frente al Congreso¨).

La pregunta es hasta cuándo. Porque si todo es pelea, si no hay gestión posible sin conflicto, entonces el país se convierte en rehén de un show que no deja gobernar ni crecer. Y si Milei sólo sabe hacer campaña, alguien tendrá que empezar a pensar cómo se sale del pantano cuando la campaña termine… y la realidad golpee más fuerte que un tuit viral.

 

 

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