Macroeconomía

El Gobierno jugó fuerte con el dólar futuro y absorbe pesos para contener la crisis

Ante la escalada cambiaria y la falta de reservas genuinas, Caputo intervino con todo: vendió en el mercado de futuros y retiró liquidez para calmar la tensión. Pero los analistas advierten que es una jugada riesgosa y de corto plazo.

  • 15/07/2025 • 22:32

                 

 

La pax cambiaria de Javier Milei empieza a resquebrajarse. El dólar paralelo volvió a moverse con fuerza y encendió las alarmas en el corazón del Palacio de Hacienda. Luis “Toto” Caputo, ministro de Economía y artífice de los “milagros contables” del Gobierno, decidió intervenir sin medias tintas: vendió contratos en el mercado de dólar futuro y salió a absorber pesos del sistema con el único objetivo de frenar la corrida y contener las expectativas.

La maniobra busca dos efectos inmediatos. Por un lado, reducir la presión sobre los tipos de cambio paralelos, que esta semana marcaron nuevos récords en medio de la desconfianza generalizada. Por otro, evitar que los pesos sobrantes sigan alimentando la inflación o se vuelquen a activos dolarizados. En pocas palabras: enfriar la calle para mantener vivo el relato del equilibrio fiscal.

Sin embargo, la jugada deja más preguntas que respuestas. El uso de los contratos de dólar futuro implica asumir compromisos a corto plazo que podrían estallar si el mercado percibe debilidad. Además, la absorción de pesos golpea de lleno a la actividad: menos liquidez significa menos crédito, más recesión y una economía todavía más enfriada. Todo para ganar tiempo mientras el Gobierno sigue sin un plan de fondo.

Los economistas más cautos advierten que Caputo está pateando la pelota hacia adelante. “No hay reservas genuinas, no hay confianza, no hay crecimiento. Esto es maquillaje”, señalan desde sectores del mercado. Y recuerdan que estrategias similares en el pasado terminaron con un fuerte costo fiscal cuando los contratos se volcaron contra el BCRA.

La paradoja es que el Gobierno que llegó prometiendo libertad económica y no intervención está hoy más que nunca dependiendo del Banco Central para sostener una estabilidad ficticia. Interviene en los mercados, fija tasas, vende futuro y ajusta los pesos como si fuera un manual de ortodoxia de emergencia. Pero sin resultados sostenibles.

La tensión cambiaria no es un capricho del mercado. Es el reflejo de una economía que no despega, una recaudación en caída, una industria que se achica y un campo asfixiado. La motosierra del relato libertario ya no alcanza para frenar la realidad. Y mientras Milei sigue de gira en X, los números avisan que el final de la tregua está más cerca de lo que el Gobierno quisiera admitir.

 

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