El ataque a la educación ya no es velado ni discursivo. Es estructural. El gobierno de Javier Milei decidió poner en marcha una política de vaciamiento consciente y programado de las universidades, los institutos, las escuelas públicas, los programas de becas y hasta los comedores escolares. Nada escapa a la motosierra de la ignorancia, disfrazada de ajuste. En este nuevo orden, donde se venera la rentabilidad como religión, el saber se convirtió en una amenaza, y el pensamiento crítico, en un lujo innecesario. La figura del docente –ese actor social imprescindible, pilar de cualquier sociedad moderna– es ahora ridiculizada, acusada, y directamente hostigada por el aparato de propaganda libertaria. Desde el Presidente hasta sus influencers de cabecera han dicho sin pudor que "las universidades son centros de adoctrinamiento", que los profesores "están llenos de privilegios" y que los científicos "viven del Estado". No hay error: hay intención. Porque si el pueblo no sabe, no entiende. Y si no entiende, no protesta. El vaciamiento presupuestario del sistema universitario, el congelamiento de salarios docentes, la paralización de obras y la eliminación de becas no son meras medidas económicas: son una política de desarme cultural. La Argentina del conocimiento, la que formó ingenieros en plena dictadura, científicos en la crisis del 2001 y premios Nobel en medio de gobiernos mediocres, hoy está siendo dinamitada por quienes no pueden disimular su desprecio por el saber. El mismo gobierno que promueve la desregulación total de la economía se indigna si un profesor gana más que un empleado de call center. El mismo presidente que idolatra a empresarios evasores, acusa de “casta” a investigadores del CONICET que ganan 400 mil pesos. Y mientras la inflación pulveriza salarios y presupuestos universitarios, el mensaje oficial es que estudiar "no sirve para nada". En este esquema, el burro tiene más prensa que el profesor. Se celebra la brutalidad, se aplaude la ignorancia con orgullo y se desprecia cualquier forma de erudición. El maestro, el bibliotecario, el educador popular, el investigador, el historiador o el científico son puestos en la mira como si fueran enemigos del progreso, cuando en realidad son los únicos capaces de construir un país mejor que este presente mezquino. No se trata solo de recorte. Se trata de destruir la escuela pública como símbolo. Porque es ahí donde nacen las ideas, se forjan los valores de comunidad y se desafían las lógicas del poder. Milei no pelea contra un gasto: pelea contra un proyecto de país donde educarse sea un derecho y no un privilegio. La motosierra no solo poda presupuestos: quiere serruchar la raíz misma del pensamiento argentino. Y frente a eso, el silencio sería complicidad.       Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P