Los acuerdos electorales entre el PRO y La Libertad Avanza (LLA) reconfiguraron la geografía política de la centroderecha en CABA y otras provincias, pero dejaron una marca interna profunda. Según anticipan en círculos partidarios, estas alianzas generarán “más fugas” dentro de los bloques legislativos, al separar líneas ideológicas e indisponer a sectores moderados con la lógica proteccionista de LLA.  Con Mauricio Macri al frente del partido, el PRO protagoniza un momento de intensa turbulencia. El acuerdo en la Ciudad se selló con una estrategia híbrida: ceder referenciación simbólica (renacimiento del color violeta, sin logo del PRO) a cambio de lugares en las listas electorales. Pero según analistas como Mora Jozami —ex coordinadora de opinión pública del Gabinete de Macri—, esta jugada “no generará fuga de votos, sino que apuesta a un objetivo de poder a largo plazo más que a la supervivencia local”.  Lo cierto es que esta operación fue un termómetro visual de una crisis interna que no se resuelve con una firma. El PRO ya había vivido episodios similares de fractura durante el cierre de listas en CABA, donde hubo urgencias por blindar candidaturas, contención de militantes y eco en redes por debates tumultuosos.  La paradoja es evidente: mientras el PRO apuesta a ganar poder electoral con LLA, su identidad como partido propio se diluye. Ya no basta con conjugar el voto urbano; urge definir un rumbo propio o caer en la irrelevancia parlamentaria. La orden está clara: refundarse sin resignar su perfil político, o convertirse en satélite de una fuerza en ascenso, sin control.       Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P