Lo que sucedió el 17 de julio se mantuvo bajo un pacto de silencio… hasta ahora. Manifestantes alineados con Hugo Moyano cruzaron golpes con quienes responden a Pablo Moyano durante la marcha por el Hospital Garrahan: hubo piñas, palazos, persecuciones callejeras e incluso se disparó contra la casa de un dirigente cercano a uno de los bandos. Lo más grave fue que un delegado cercano a Hugo estuvo a punto de recibir una paliza de parte del grupo “pablista”, salvado apenas a tiempo por un alto dirigente sindical interviniente. Una explícita señal de que la interna no es retórica ni interna clave de despacho: el enfrentamiento ya se traslada a las calles. El pasado ya había mostrado un antecedente similar: en septiembre de 2023, durante una movilización por el impuesto a las ganancias que promovía el kirchnerismo, también hubo piñas entre las facciones Moyano. La disputa llega en un momento sensible: mientras Pablo se apartó de la estructura cegetista y se volcó al fútbol como presidente del Club Camioneros, Hugo consolidó apoyo en la CGT y desplazó al ala “pablista” de posiciones clave.   Esto no es solo una interna sindical: es un quiebre público del poder Moyano. Las piñas callejeras no son simbólicas; son el síntoma de una pelea por el control gremial y político. Y apuntan directo al corazón del peronismo movilizado, con una familia que da la pelea a los golpes sin tregua.           Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P